viernes, 31 de octubre de 2008

Larson, el favorito de Lischinsky

Tuvimos la suerte de compartir una noche en Montezuma, en la península de Nicoya (Costa Rica), concretamente en la terraza del hostel Sol y Luna, con un grupo de gente excepcional. Una pareja de estudiantes de arquitectura mendocinos, un artista japonés afincado en Nueva York y un campeón de ajedrez y violinista californiano que había venido a Costa Rica al dentista (tres veces más barato que en los Estados Unidos).
Compartimos una tortilla de patata hecha con muy pocos recursos (¡sin aceite de oliva ni girasol!), un coco y mucha charrada (que decimos en Aragón).
Lischinsky, el californiano, resultó un tipo excepcional. Se pegaba horas encerrado en su bungalow haciendo cosquillas a su violín y sacando melodías increíbles que conseguían callar por un momento a los congos, los monos aulladores.
No sé exactamente con qué se ganaba la vida, pero seguro que era con el ajedrez. Ganaba a todos con una naturalidad y una humildad pasmosa, agradeciendo siempre al contrincante haberle dedicado su tiempo. Nos contaba que estaba preocupado por su hijo, que también era campeón de ajedrez y estaba tan ensimismado con ese arte que estaba dejando de lado las relaciones sociales y se estaba haciendo un ermitaño.
Como no me distingo por mi habilidad con el ajedrez, el aprendizaje más valioso que saco de él es el descubrimiento del humorista gráfico Gary Larson. Quizá algunos de vosotros ya lo conozcáis. Es bastante genio. Publicaba una tira cómica llamada "The Far Side". Tengo la teoría de que para empaparse del humor de alguien (gráfico, actor, quien sea) hay que ir más allá de una muestra concreta y buscar la esencia de lo que quiere transmitir en toda su obra. Gracias David por este descubrimiento.

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