jueves, 16 de octubre de 2008

Atendiendo a las peticiones de los fans (¡sí! este blog tiene alguno) os cuelgo una cosilla que escribí ayer para ver si lo aceptan para un libro de relatos cortos que publica la Asociación de la Prensa de Aragón. El año pasado se llamó "Soy canalla" (lo podéis descargar pinchando aquí) , es curioso y está bastante bien. Este año lo quieren reeditar con el nombre de "Soy super canalla" (ojalá sea así porque así quedará mejor mi relato). A ver si os gusta. Ayer me convencía, hoy no tanto. Se aceptan sugerencias y críticas.



Gas de la risa


Se acerca al parque, se esconde entre unos setos y espía a un grupo de jubilados que hacen tai-chi con su monitor enfundado en un kimono negro. Copia sus movimientos y se marea un poco porque les mira por el rabillo del ojo. Tiene que disimular, que no se note que les está copiando a hurtadillas para no pagar la cuota del curso.
Son las 14.30 de la tarde. Acaban de comenzar sus dos horas de tregua, de vida dosificada con cuentagotas. A las 16.30 de vuelta a la redacción.
El despertador sonó a las 7.17, y desde entonces el día ha sido un frenesí salpicado por tres ruedas de prensa, cinco llamadas para intentar concertar una entrevista con un artista de moda que pinta cuadros con pinceles de pelo de ardilla y una bronca del jefe.
Ese hombre le revienta.
Parece mentira que hayan pasado tantos años desde que se calzó la toga y le dieron el título de Periodista. Demasiado tiempo desde que le hicieron pensar que podría llegar a ser corresponsal en Madagascar y que le iban a dar el Pulitzer por descubrir el desfalco de los sonajeros de oro regalados a los nietos del Rey.
Muy lejos de los viajes de Kapuscinsky y de las fuentes que fuman en la sombra de un aparcamiento y soplan información de primera mano.
Pero aquí está.
Disfrutando de su sexta beca consecutiva.
Envidiando a los que se quejan de ser mileuristas y pensando en tirar la toalla.
Fantaseando con dejarlo todo y montarse un bar en el que sólo se sirva helio y gas de la risa. Un plan perfecto.
Sueña, y mientras tanto no se deprime porque, por suerte, cuenta con una tarjeta de bus mágica que nunca se gasta, una abuela que cocina de perlas y le invita a comer siempre que quiere y cuatro colegas con los que comparte piso por razones económicamente obvias.
Ha aprendido a colarse en los conciertos caminando hacia atrás, roba wi-fi a su vecina, rollos de papel en el baño de la biblioteca y ya tiene el secreto para no gastar un duro en medicinas saqueando el botiquín del trabajo.
No es canalla porque le guste. Es canalla porque el Periodismo le ha hecho así.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja que grande, Blanqi!! Me ha gustado mucho. Tengo que ponerme al dia con tu blog que como ves me he tomado muy a pecho lo de las vacaciones, en todos los sentidos :)
Un beso fuerte!!